miércoles, 26 de mayo de 2010

El método teleológico

El método teleológico en general llama a la explicación de las cosas o fenómenos con orientación hacia un fin. Así, la explicación está dada por el reconocimiento de la finalidad. La palabra teleología es de origen griego. Está formada por los vocablos τέλος (en su sentido de fin, término, realización, cumplimiento, resultado, éxito, decisión, determinación, punto culminante, cima, pleno desarrollo, consumación… es decir, el fin propuesto para llegar o hacer llegar algo; la consecución de un propósito y que se consigue porque se tiene su tendencia) y logia (derivado de logoV —razón—, en el sentido de ‘estudio’, ‘doctrina’ o ‘ciencia’). Por tanto, un significado primario es doctrina de los fines. El diccionario de la Real Academia Española define la palabra ‘teleología’ precisamente como “doctrina de las causas finales”.

El término teleología fue empleado a principios del s. XVIII por el filósofo, jurista y matemático alemán Christian von Wolff
[1] en su obra Philosophia rationalis sive logica para designar a la parte de la filosofía natural[2] que explica los fines de las cosas, a diferencia de la parte que se ocupa de las causas. La propuesta de Von Wolff no era del todo novedosa.

Se atribuye a Anaxágoras (
500 - 428 a. C.), Platón (427/428 a. C. - 347 a. C.) y Aristóteles (384 a. C. - 322 a. C.) las primeras expresiones de ideas en torno a los fines. La noción de “nouV” (espíritu) del primero llama a un fin en virtud del cual se producen separaciones y mezclas de acuerdo con un principio de orden. Las indagaciones de Platón sobre ‘ideas’, ‘formas’… conducen más a fines que a causas por tratarse de modelos, pero el concepto de finalidad, causa-final fue desarrollado en forma acabada por el filósofo de Estagira. Se trata de una las cuatro causas o especies de causa[3]. Su contraste de la causa eficiente y la causa final derivaron ulteriormente en la historia de la filosofía entretenidos y amargos debates entre las corrientes de pensamiento causalista y finalista. Se podría distinguir la causa eficiente de la causa final con base en la consideración de que el fin es propiamente la causa de la acción de la causa eficiente. Así el fin es lo que explica para qué opera la causa eficiente.

La tradición medieval escolástica retomó la teoría metafísica aristotélica de la causa final y la aplicó la explicación del mundo bajo el principios quidquid fit, propter finem fit. En este contexto Santo Tomás de Aquino (
12251274) expuso su célebre quinta vía para demostrar la existencia de Dios. Esta ‘prueba’[4], se basa en la finalidad. Consiste fundamentalmente en la idea de que todo ser tiende a realizar un fin o a una finalidad, el cual no puede residir en el propio ser, sino en una inteligencia suprema fuera del ser, es decir, Dios. En esta posición subyace la idea de orden.

A partir de Galileo (
1564 - 1642) la tendencia fue la eliminación de la causa final aristotélica y prevaleció la causa eficiente, acorde con una explicación mecanicista del universo; éste fue el derrotero de la ciencia natural o física y filosofía moderna. Se puede hablar de una visión aristotélica y una galileana. De acuerdo con Georg H. Von Wright (1916 - 2003). Existen dos grandes tradiciones en la historia de las ideas que difieren entre sí en lo que toca a las condiciones que debe satisfacer una explicación para ser considerada científicamente respetable: la tradición causalista o mecanicista y la teleológica. Conforme a la primera, existen leyes que conectan los fenómenos que son determinados, numéricamente mesurables y los distingue de distintos determinables genéricos.

Sin embargo, posiciones contemporáneas han descartan la incompatibilidad entre las dos corrientes de pensamiento, puesto que la acción de un agente con intención o propósito no se contrapone necesariamente con la causalidad.

Existen empeños como el Rudolf H. Lotze (
18171881) para deslindar la explicación teleológica de una condena determinista[5]; pretendía desarrollar una teleología empírica consistente en descubrir en los fenómenos mismos relaciones de finalidad. Postuló que en la causa reside un fin.

Von Wright sostuvo que las explicaciones teleológicas pueden agruparse en dos sectores. Una se caracteriza por el uso propio de nociones como ‘función’, ‘propósito’ y ‘totalidad orgánica o sistema’ (v.g. sistemas biológicos o cibernéticos); y en la otra, las nociones de ‘tendencia’, ‘aspiración’ e ‘intencionalidad’.

También se ha distinguido entre teleología aplicada al estudio de fenómenos naturales, orientada con el concepto de dirección hacia un fin, generalmente programado, y al estudio de las acciones de agentes humanos, bajo la idea de intención y propósito. No obstante, el uso de los términos ‘propósito’ y ‘dirección hacia un fin’ constituye una característica esencial los criterios que debe satisfacer todo sistema teleológico.

Finalmente, otro filósofo contemporáneo N. Hartmann (
1882 - 1950) sostiene que la forma de pensar teleológica es una categoría del entendimiento —a diferencia de la causalidad que es una categoría real de los acontecimientos naturales— propensa a penetrar en cualquier sistema ontológico y la reconoce en tres formas: 1) teleología de los procesos (responde a la pregunta ¿para qué? Pero en el sentido interno, como parte de la esencia); 2) teleología de las formas o tipos (formas orgánicas o inorgánicas. Estima que existe jerarquía entre las formas, por lo que unas son superiores a otras) y 3) teleología del todo (concibe al mundo como un Absoluto, unidad informante, creadora y principio de todo movimiento).

Para este autor la finalidad como categoría del entendimiento se opone a las nociones de nexo causal y acción recíproca —que aparecen en las explicaciones causalistas—, así como a la determinación actual y a la determinación por el todo. Por eso el pensamiento teleológico o pensar según los fines es un modo de pensar último, una concepción del mundo.

Otra distinción útil de Hartmann fue la finalidad como explicación teleológica atendiendo una causa final, objeto de la ontología, y la explicación que se ocupa de la finalidad como propósito de un agente, que sería materia de la ética.

Además, este pensador se cuestionó los motivos que impulsan a la conciencia a adoptar un pensamiento teleológico. Sostiene que son cuatro: a) la condicionalidad histórica de nuestro pensamiento (la tradición teleológica); b) los supuestos del pensar ingenuo o el interés del ¿para qué?; c) los supuestos del pensar científico (la regularidad de los fenómenos y especialmente de los organismos, así como exigencias ocasionales del método); y d) los supuestos metafísicos-populares (ideas y ocurrencias del orden divino, panteísmo…) y filosófico-especulativas (idealismo, predominio del valor, motivos estéticos…).

En la ciencia del derecho y la actividad jurídica práctica es relevante la explicación teleológica o con orientación a fines en el terreno de la interpretación de las leyes. Se ha sostenido la existencia de un método teleológico, en cuyo uso se invocan nociones como ratio legis¸ voluntad del legislador, voluntad de los contratanes,… También es frecuente que en la disputa sobre los valores y las normas se presenten argumentos a favor de los ‘fines del derecho’, tradicionalmente se reconoce a la justicia, el bien común y la seguridad como los pilares básicos del edificio valorativo que debe imperar en el derecho.

[1] Pensador racionalista (1679-1754) representante de la segunda etapa de la ilustración alemana (Aufklärung) que, sin embargo, confío en la capacidad humana para conseguir certeza en el conocimiento de la metafísica, incluido el conocimiento de Dios. Fue expulsado de la Universidad de Halle, donde enseñaba matemáticas tras la acusación de ateísmo (1723). En el terreno del derecho se distinguió como un iusnaturalista racionalista.
[2] Filosofía natural o filosofía de la naturaleza era el nombre con el que se conocía la ciencia de la física hasta mediados del s. XIX.
[3] En la ontología dinámica de Aristóteles las cuatro causas: eficiente (o principio del cambio) material (aquello de lo cual algo surge o mediante lo cual llega a ser), formal (idea o modelo), y final (la realidad hacia la cual algo tiende a ser) explican el proceso de cambio de la potencia al acto en los seres.
[4] Llamada desde el s. XVIII ‘prueba teleológica’. Las otras cuatro vías o pruebas son el hecho del movimiento (primer motor), la causalidad, la relación contingencia-necesidad y la graduación de la perfección entre los seres.
[5] H. Bergson (1859 - 1941) Escritor y filósofo francés, ganador del Premio Nobel de Literatura en 1927. Consideró que el causalismo considera que las cosas están ‘determinadas’ desde su comienzo; el teleologismo, desde el fin.

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